Para todos, rígida, absurda e insignificante.
Para mí, no hay nadie como tú.
Me liberas de la soledad, me sacas de la
realidad tan a tu manera; tan manejable,
tan suave entre mis manos.
Juntas hemos creado infinitas historias:
unas sutiles y
sinceras, otras profundas,
crueles, fuertes y devastadoras,
con toda clase de musas
protagonizándolas,
siendo siempre nuestro personaje
favorito a
crear.
Tú, mi musa, que de ti
salen todas las musas
imaginables e inimaginables.
Tú, que entiendes mi corazón y
calmas mi tristeza,
permites que mis lágrimas
fluyan sobre ti hasta sanar lo que
me inquieta.
Tú, que me ves fumar;
la colilla de cigarro
desgastado
como mi corazón, y
lo único que necesitas hacer
es caminar a mi ritmo
para sanar las heridas.
Tú, que en mis momentos
más felices me
dejas expresar todo a través
de ti.
Tú, con tu facilidad de
entenderme das vida
a todas mis musas, a
todas mis mujeres.
Haces que el papel
y
yo recordemos a
cada una de ellas, y a
su vez
ellas no nos olviden a
ti
y a
mí.
Tú,
que
todo el amor
lo conviertes en
palabras, haciendo que
cada letra que
logras plasmar se
convierta en el abrigo para una
musa esclava de la frívola
melancolía, y en la felicidad
para las esclavas
de la
tristeza.
Tú,
que a la felicidad
la describes con todos los
adjetivos sin decir su nombre,
pues entendemos
de quién
hablas, porque ella
es a la que todos
anhelamos ser.
Tú, mi pluma,
mi pasaje hacia el arte,
la fantasía,
el amor,
la vida,
la muerte,
la soledad, la tristeza
y
la libertad.
Tú,
mi musa,
porque me ayudas
a nombrar sin
decir sus
nombres a
las musas
quienes, en su corazón,
los trazos hechos con tu tinta,
habitan.
Tú, mi musa,
la más fiel amiga de tan mísera escritora
como
lo soy yo.